Las unidades foliculares son pequeñas agrupaciones de uno a cuatro pelos que se extraen de la zona donante, generalmente situada en la nuca y los laterales de la cabeza. Esta área tiene una particularidad: está genéticamente programada para resistir la caída del cabello (en el contexto de la alopecia androgenética). Sin embargo, no es infinita. Cada persona dispone de una reserva limitada de unidades foliculares, y esa reserva debe administrarse con inteligencia, especialmente si existe la posibilidad de necesitar más de una cirugía en el futuro.
De forma general, se estima que un paciente promedio puede ofrecer entre 5.000 y 7.000 unidades foliculares a lo largo de su vida para ser utilizadas en trasplantes. Este número puede variar según la densidad capilar natural, el grosor del cabello, su color, el grado de alopecia o la técnica quirúrgica utilizada. Por eso, antes de realizar cualquier intervención, es fundamental hacer un análisis exhaustivo de la zona donante y planificar una estrategia realista y personalizada.
Superar ese límite puede traer consecuencias indeseadas. Si se extrae más de lo que la zona donante puede ofrecer, pueden aparecer zonas visibles con baja densidad, cicatrices, o un aspecto poco natural. Además, comprometer el capital donante desde el inicio puede cerrar la puerta a futuras intervenciones si la alopecia avanza.
En definitiva, el trasplante capilar no es una cuestión de números altos, sino de
equilibrio. Extraer lo justo, en el momento adecuado, y siempre pensando en el largo plazo. Porque un buen trasplante no solo busca cubrir una zona calva, sino hacerlo de forma natural, armónica y sostenible para el futuro.